21 jun 2006

La rebelión de las masas (cap. 8)

El hombre-masa se siente perfecto. Un hombre de selección, para sentirse perfecto, necesita ser especialmente vanidoso, y la creencia en su perfección no está consustancialmente unida a él, no es ingenua, sino que llega de su vanidad, (...). Por eso el vanidoso necesita de los demás, busca en ellos la confirmación de la idea que quiere tener de sí mismo. (...) En cambio, al hombre mediocre de nuestros días, al nuevo Adán, no se le ocurre dudar de su propia plenitud. Su confianza en sí es, como de Adán, paradisíaca. El hermetismo nato de su alma le impide lo que sería condición previa para descubrir su insuficiencia: compararse con otros seres. (...) Pero el alma mediocre es incapaz de transmigraciones (...)
No se trata de que el hombre-masa sea tonto. Por el contrario, el actual es más listo, tiene más capacidad intelectiva que el de ninguna otra época. Pero esa capacidad no le sirve de nada; en rigor, la vaga sensación de poseerla le sirve sólo para cerrarse más en si y no usarla. De una vez para siempre consagra el surtidor de tópicos, prejuicios, cabos de ideas (...) como característico en nuestra época: (...) que el vulgar proclame e imponga el derecho de la vulgaridad o la vulgaridad como un derecho.
(...) ha perdido el uso de la audición. ¿Para qué oír, si ya tiene dentro cuanto falta? Ya no es sazón de escuchar, sino, al contrario, de juzgar, de sentenciar, de decidir. No hay cuestión de vida pública donde no intervenga, ciego y sordo como es, imponiendo sus "opiniones".
(...) El hombre medio se encuentra con "ideas" dentro de sí, pero carece de la función de idear.
(...) El hermetismo del alma (...) la lleva también, inexorablemente, a un procedimiento único de intervención: la acción directa. (...) Es ella la norma que propone la anulación de toda norma, que suprime todo intermedio entre nuestro propósito y su imposición. Es la Carta Magna de la barbarie.
(...) En casi todos una masa homogénea pesa sobre el poder público y aplasta, aniquila todo grupo opositor. La masa — ¿quién lo diría al ver su aspecto compacto y multitudinario? — no desea la convivencia con lo que no es ella. Odia a muerte lo que no es ella.

"Por qué las masas intervienen en todo, y por qué sólo intervienen violentamente" (Cap. VIII, Primera Parte). "La Rebelión de las Masas". Ortega y Gasset

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